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EL HILO DE ARIADNA / DESPERTAR

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Cerati***Hoy mi corazón se vuelve delator,
se abren mis esposas.(Gustavo Cerati)
Tendría que haber sido un día diferente, más bien una madrugada inusual que se inauguraría en un día que pronto terminaría. Al menos para él, quien volvería a su descanso obligado.
La quietud que viene del obstáculo (tres años de pensar interminablemente) los presentimientos que no supo descifrar a tiempo, su corazón había delatado el derrumbe con anticipación, el caos sobre su frente. No había considerado nunca las posibilidades de la inmovilidad, aún así, ahora quería levantarse, dar algunos pasos. Sólo había sido un desmayo, la fatiga de la entrega, el éxtasis sobre los demás, los acordes. Tantas manos luchando por alcanzar sus pies, revivirlo con su aliento y gritos desesperados.
Pero él se había deslizado por una resbaladilla que no tenía fin, iba cayendo segundo a segundo, con todo y músculos laxos, con manos que le habían crecido en alargados dedos, su piel cada vez más blanquecina, hecha de una harina pura que ya no amasaría su madre, que sólo le alimentaba la espera en un sillón frente al hijo que no le terminaba de nacer otra vez.
Pero esta noche él se levanta. Su memoria melancólica sabe que hay personas esperando por él, que su cuerpo lo traicionó poniéndose a morir de quietud, estaba tan consciente de lo que había pasado. Se vio en el reflejo de la ventana con esa bata blanca, blandas sondas y todo el plástico que va borrando el rostro de un hombre sano, su nombre es un número también, una fecha de arribo, un diagnóstico empecinado que refrescan los médicos sin agregar lo que queremos escuchar.
Cierra sus ojos para no ver todo el amor que ya se fue, tres años en que no la ha abrazado. Nadie ha escrito esas canciones que le palpitaban en los labios. Ahora es su propio extraño, delgadísimo, etéreo flota en su azul habitación de hospital. La enfermera de guardia duerme en el sillón, de vez en cuando leves temblores le avivan los párpados, él la mira disfrutar del mismo sueño que a él lo ha encarcelado.
Hoy se da cuenta que años antes tuvo la premonición, lo escribió él mismo, se despidió de su gente en las canciones, se envió signos así mismo para avisar que esto llegaría. Pero no hizo caso de la bruma de su interior. Ahora comprendía el té derramado por el leve temblor de las manos de su madre, el mantra con el que se dormía cada noche, la imposible reunión con su padre, la angustia de apresurar la mirada al futuro que se alejaba siempre rápidamente.
Volvería a la vida, se dijo, pero estaba muy cansado para hablar o escribir, no estaba seguro siquiera de tener ganas de explicarse, pero ¿habría de rechazar esta oportunidad?, ahora estaba de pie, frente a su cama (su celda) se preguntaba si realmente quería regresar en esta madrugada, en las horas finales que anteceden a la vida de la gente común se preguntaba si quería volver al mundo común.
Con esa impresión de que estaba viviendo algo que ya había sucedido se cuestionaba: ¿Gustavo, dónde estás? ya no te tienes a ti mismo, tus ojos nostálgicos no tienen color, esa sonrisa delgada bienvenida del mundo está rota. Ya no te quieres reintegrar al flujo de un río que ya no es el tuyo, te ha abandonado tu tiempo, te convences de tu propia lejanía. Piensas todo esto y contemplas el redondo reloj en una pared que parece alejarse de tus rizos que ahora son ralos.
El reloj está sobre tu cabeza -te recuerdas- y te está contando los minutos para que tomes una decisión. Me apena decir que no lo piensas mucho, que no te cabe la menor duda. Tus pies desnudos vuelven sobre sus huellas, regresas a tu cama, con un sueño que a los demás les parece eterno, ¿qué es lo eterno? regresas para acomodarte en la noche, en los sonidos de hospital, entre sondas que te controlan la respiración ignorando esa mancha dolorosa que se extiende en tu pecho (voz que quiere escapar en canción) y a veces duele al respirar. Todo es mucho mejor que regresar a la vida de otro, quién sabe cómo nos vamos abandonando a nosotros mismos, pero de lo que sí estás seguro es que no puedes regresar pero tu madre no ve estos signos en la mañana; sólo ve que tu pierna izquierda está en una posición diferente, sus ojos se llenan de emoción y ruega que te decidas a abrir los ojos (tus ojos que están cansados de alejarse).

Iliana Hernández Partida