Este fin de semana se escenificó una disputa más al interior de Morena por las candidaturas, pretextando las candidaturas de 2018 para ganar terreno sobre las del 2021, –incluyendo la candidatura a la gubernatura–, en las que se impuso Víctor M. Castro Cosio-Leonel Cota Montaño sobre Alfredo Porras Domínguez-Narciso Agúndez Montaño; se le cerró brutalmente el paso al dirigente del PT y al ex gobernador del estado, y se fortaleció el grupo de Víctor Castro Cosio-Cota Montaño; el primer rounds se lo llevan Castro Cosio y Cota Montaño, tras una suerte de ríspidos descartes y terribles purgas fraguados por los “chicos” de los acuerdos.
Lo curioso que todo esto se produce sobre el frágil posicionamiento político-electoral de Rubén Muñoz –que los mismos frailes Morenitas han puesto en duda, una y otra vez– donde los grupos de poder de la otrora “izquierda” que gobernó el estado, miden sus fuerzas de cara al 2021, utilizando a Rubén Muñoz como sparring para hacer rounds de sombra en el seno de una descarnada lucha por el poder, justo por la joya de la corona; la candidatura a la gubernatura del estado en el 2021; apenas unas horas antes de la visita de AMLO a La Paz, –donde se reunió con empresarios–, Rubén Muñoz había “cedido” al juego perverso de Castro Cosio y Cía., para que se inscribiera Omar Zavala como aspirante a la alcaldía de La Paz por la vía del Partido Encuentro Social, estrategia con la que se pensaba “romper” la alianza de Morena con el PT y PES; la alianza no se “rompió” como tal por tratarse de un “acuerdo nacional”, pero si se fracturó severamente con la decisión autoritaria y unilateral de López Obrador de que en la candidatura a la alcaldía de Los Cabos, va una mujer.
Poco antes, Rubén Muñoz apenas me había adelantado, “no pasa nada mi Víctor”, mientras Víctor Castro Cosio y Alfredo Porras Domínguez, se subían a los “encordados” para definir el “entuerto” que de facto sacó al PT y al PES de la alianza con Morena, tras una suerte decidida por López Obrador minutos después de pisar tierra guaycura, al ratificar el “descarte” fraguado con anterioridad por Víctor Castro a través de Omar Zavala, de cerrarle el paso a Ernesto Ibarra en la candidatura aliancista a la alcaldía de Los Cabos, encimando dos candidaturas en la alcaldía de La Paz.
Debe ser muy incómodo el papel que juega Rubén Muñoz en medio de esa fuerte disputa donde el abanderado Morenita por la alcaldía de La Paz, desempeña el triste “rol” de mayordomo; le confían las llaves de la casa, pero nunca lo invitan a sentarse en la mesa; hoy por hoy, Víctor Castro y Leonel Cota, el primero desde tierra Santa y el otro desde la tierra del edén (tabasco), llevan la voz cantante de Morena en BCS; el primero quiere ser gobernador, el otro ya fue.
Semanas antes, Ricardo Barroso había recibido invitación formal con la garantía de por medio, que al asumir la candidatura de Morena a la alcaldía de La Paz, contaría con todo el respaldo político y logístico de los altos mandos del partido; Barroso no dudó en descartar tal posibilidad en aras de “jugársela” con su partido (PRI) hasta el final, a sabiendas cómo se las gastan los Morenitas en BCS, capaces de empeñarle el alma al diablo con tal de seguir vigentes y en el pandero; Rubén no ha corrido la misma suerte y vea usted en las que anda, sirviéndole de sparring a Víctor Castro para ganarse la confianza y los afectos de los frailes que lidera el ex alcalde de La Paz, hoy por hoy, el “hombre fuerte” de Morena en BCS.
Queda claro con este apretado resumen de hechos, que Rubén Muñoz no las trae todas consigo; estando prácticamente en el arrancadero y con la “definición” en firme, siguen “ofertando” la candidatura de Morena a la alcaldía de La Paz propiamente a quien se les atraviese, como si se tratará de una simple java de tomates o bien, utilizándolo como sparring en la sorda lucha interna por el control de Morena en BCS; mala señal para la militancia que creen que en Morena se lleva a cabo un proceso democrático, justo, incluyente y sobre todo transparente apegado a la máxima lopezobradorista; de desconfiar de los demás políticos, adversarios y aliados por igual; desconfiar de lo que percibe como fuerzas oscuras empeñadas en detenerlo, aunque de quiénes más desconfía es de la ciudadanía y, sobre todo, de sus votantes. ¡Échense ese trompo a la uña!.
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