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* Carta a Eufemia

La semana pasada recibí una rara llamada de un teléfono “privado” advirtiéndome que me “pegarían en la madre”; no es extraño que reciba este tipo de “cordiales saludos” que de vez en cuando llegan a mi celular, verbigracia como el clásico de Pedro Infante; “Cartas a Eufemia”. En 2003, confrontado con el gobernador Leonel Cota Montaño, recibí varias llamadas y mensajes en el mismo tono con el añadido que en esa época le pegaron una “madriza” a uno de mis hijos (Christian) sin que hasta la fecha conozca los móviles de la cobarde agresión. (Caso que debe recordar muy bien Rodimiro Amaya y Gerardo Zuñiga Pacheco, su “gatillero” de cabecera).
Recibo los mensajes y hasta allí, jamás le comento a mi familia para no preocuparlos, total las broncas son mías y solo yo sabré como enfrentarlos; recuerdo que en 2003, se me cerraron todas las puertas y me vi obligado a vender pescado, de manera que viajaba seguido a diferentes campos pesqueros a traer producto; La Poza Grande, San Evaristo, El Portugués, San Juan de la Costa, Conquista Agraria, El Sargento, Flor de Malva, El Datilar, Los Troncones, El Saladito, La Cueva de León, San Carlos, Puerto Chale, Ensenada Blanca, El Liguí, Loreto, San Nicolás, El Delgadito, entre otros, en ocasiones me acompaña Víctor Manríquez “Vidorria” y Franco Domínguez, este último andaba de novio en Loreto, y más de las veces iba solo.
En Loreto compraba muy buen filete de perico –200, 300 kilos– que entregaba en varios hoteles de Los Cabos. Un día me hablaron que me tenían el producto, que fuera por él porque andaban varios compradores; al día siguiente, a las seis de la mañana ¡Fierros! para Loreto; llene el termo de café, unos burritos de mantarraya seca, agua, y en una cangurera (bolsa) eche una pistola Prieto Beretta .9mm con diez tiros en el cargador y diez tiros útiles en la bolsa del pantalón; no hubo tiempo de invitar a nadie; por lo regular pasando el ejido Uno, en la recta antes de descolgar en el “Guatamote”, seguido veía venados o “botaban” en la carretera, así que pasando el ejido Uno saqué la pistola de la “cangurera” y la recosté sobre el asiento; baje la cuesta del “Guatamote” sin novedad, excepto un pick up Ford negro cabina y media que me seguía a prudente distancia; llegue a Loreto, cargue el pescado, lo “enhiele” y antes de regresar me dirigí a un restaurante que queda enfrente de la misión llamado “Cielito Lindo”, a degustar unas riquísimas almejas gratinadas y un filete de pescado con arroz y frijoles secos (así lo sirven); después de las tres de la tarde hice la salida sudando a chorros y sin aire acondicionado; pasando Nopoló vi de nuevo el pick up negro que me seguía a cierta distancia sin rebasarme, venía cargado y no podía correr, así que a paso lento subí la cuesta de Liguí “espejando” el pick up negro.
Subiendo la cuesta de Liguí, en cuanto agarre una recta en pleno cañón del “Guatamote”, me rebaso y a partir de allí me fue cerrando el paso una y otra vez, lo rebasaba y hacía lo mismo, nunca identifique los pasajeros porque llevaban los vidrios subidos y polarizados. Antes de agarrar la cuesta del “Guatamote” comenzó a cerrarme más el paso hasta el punto de casi detenerme; jamás bajaron los vidrios del carro ni gritaron ninguna consigna, así que busque un “limpio” a orilla de la carretera para estacionarme, me baje con la pistola y comencé a dispararle a un cardón con el fin de impresionarlos; al pasar enfrente de donde estaba disparando los salude con la pistola y descargue cinco disparos seguidos al cardón, espere un rato, me serví café, revise la carga, recargue la pistola y la recosté en el asiento; a partir de allí no los volví a ver y cesaron las amenazas; era pues la típica carta a Eufemia. (Años más tarde me sucedió algo similar cuando fuimos embestidos por un tráiler doble remolque en km 65 del tramo Las Pocitas-La Paz., también veníamos de Loreto y en esa ocasión me acompañaba Valentín Castro Burgoin, que de no ser porque me quito el voltante (yo venía manejando y el de copiloto) y nos dejamos ir entre una cuneta, quién sabe que habría sido de nosotros; fue en febrero y cada febrero en esa misma fecha, Valentín se da a la tarea de mandar hacer misa para darles gracias a Dios).
Hoy, 15 años después la historia se repite; sospecho del remitente o los remitentes de tan sedicentes amenaza, y hasta allí; no quiero adelantar juicios como no los adelante en 2003 para no incriminar inocentes; en aquel entonces corrobore que el entonces gobernador Leonel Cota Montaño, jamás se había enterado de lo sucedido, ni tampoco lo incrimine, pero si a varios “lambisconces” que tomándose atribuciones que no les correspondían querían quedar bien con él; la clásica carta a Eufemia. ¡Échense ese trompo a la uña!
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