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ABCdario / ¡TUVE UN SUEÑO!

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…sin llegar a Versalles.

Siempre he tenido la latente premonición –o corazonada– que vivó la misma angustia que vivieron los generales y mariscales que combatieron al lado de Napoleón; que mi lucha no ha sido estéril sino el destino es el que me ha jugado una cruel traición; me la partí en dos intentos por conquistar un espacio y he quedado en el intento; hoy, tras las experiencias de pelear por un espacio evocó en silencio el tango de Gardel; “adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno/son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor/ y aunque no quise el regreso siempre se vuelve….”.
En 2011, mi sordera era manejable, mis reflejos buenos y mi mente lúcida; de eso solo queda el febril recuerdo de un pasado que pudo ser y no fue. Aun así mantengo la fe renovada de conquistar ese espacio por el que he luchado y lucharé hasta el fin de mis días. Napoleón no pudo presumir a sus generales y mariscales en las cortes de Versalles porque en las batallas habían perdido un brazo, una pierna o un ojo pero no el ánimo de seguir siendo útiles.
Mi sordera es un impedimento menor –y si se quiere superable– y mi ánimo excelente. Hace unos meses publiqué en este mismo espacio el desafío que enfrenta el Águila al cumplir cuarenta años de vida; renovarse o morir. No tengo la menor duda que en este oficio –como en muchos otros– no solo es necesario sino vital reinventarse: Luiz Inácio Lula da Silva después de cuatro intentos llegó a la presidencia de Brasil, aunque después fue encarcelado por actos de corrupción; guardada toda proporción –por aquello de los malquerientes– Andrés Manuel López Obrador en el tercer intento no hubo quien le hiciera sombra; ambos se reinventaron, lucharon y se renovaron; uno ya fue presidente y el otro es presidente electo, ora sí como dicen los políticos, “va por el camino correcto”.
Yo no peleo por un espacio político, sino un espacio de tranquilidad que me permita cumplir dos viejos anhelos que he tenido desde niño; componer una canción a mi estado y escribir un libro de BCS. Más allá de eso no hay nada. Hace 26 años, dos entrañables colegas –Felipe Ojeda, Rogelio Félix– coincidimos en el viejo propósito de escribir “la historia no escrita de BCS”; gobernaba Víctor Liceaga y era un gobernador amigo que seguramente habría apoyado nuestro proyecto pero nunca le comentamos nada. En ese tiempo los imponderables eran insalvables; la gran mayoría de los actores políticos que habían participado en gestas históricas y los patriarcas de la “Socialité” –por decirlo en francés– que formaban parte del stabliments vivían, y muchos seguían siendo intocables; el proyecto se truncó.
Hoy la lucha tendrá que darse por dos intrincadas vías; sin el espacio de tranquilidad anhelado y solo, sin perrito que me ladre. Hay quienes lo podrán hacer mejor, pero el reto sigue siendo personal y es el mismo; a quién le he confiado este viejo anhelo es a Valentín Castro Burgoin, amigo de muchos años, capaz, conocedor y echado pa’ delante. Tal vez Mundo Lizardi, que es un excelente escritor –que admiro y respeto aunque discrepamos– y Carlos Rondero, a quien le confié mi sueño porque nos unieron muchos años de sólida amistad. Seguramente existen otros que pudieran colaborar en nuestro propósito como el maestro Juan Melgar, que nos permitiera cristalizar este viejo sueño.
Por lo pronto seguiré en lo mismo; emborronando planas como lo he hecho desde hace 39 años siempre con la mente fija y el firme deseo de que a BCS le vaya bien; que en la medida de nuestras posibilidades sigamos aportando lo mejor de nosotros mismos para construir el estado que queremos y anhelamos. Ni más ni menos.
Para cualquier comentario, duda o aclaración, diríjase abcdario_@hotmail.com